Juan trabajaba en una planta distribuidora de carne. Un día, cuando terminó su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar que todo estuviera en orden antes de irse. En ese momento se cerró la puerta y se bajó el seguro, quedando atrapado dentro.
Aunque golpeó la puerta fuertemente y comenzó a gritar, nadie pudo escucharlo.
La mayoría de los trabajadores ya había partido a sus casas y fuera del refrigerador era imposible escuchar lo que ocurría dentro.
Cinco horas después, y al borde de la muerte, alguien abrió la puerta. Era el guardia de seguridad que entró y lo rescató.
Juan le preguntó a su salvador que cómo se le ocurrió abrir esa puerta si no era parte de su rutina de trabajo, y el guardia le respondió:
“Llevo trabajando en esta empresa 25 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero tú eres el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Hoy, como todos los días, me dijiste tu sencillo “Hola” a la entrada, pero NO escuché el “Hasta mañana”. Espero por ese “Hola” y ese “Hasta mañana” todos los días.
PARA TI YO SOY ALGUIEN, Y CUANDO HOY NO OÍ TU DESPEDIDA, SUPE QUE ALGO TE HABÍA PASADO… TE BUSQUÉ POR TODA LA PLANTA Y TE ENCONTRÉ.”