Un joven llamado Carlos le compró un caballo a un granjero por $1,000 pesos. El granjero acordó entregar el caballo al día siguiente. Al día siguiente, el granjero llegó a la casa de Carlos y le dijo: “Lo siento mucho muchacho, pero me temo que tengo malas noticias: el caballo que compraste murió anoche”.
Carlos respondió: “Qué lástima, pero así es la vida. ¿Podrías devolverme mis $1,000 pesos?”
El granjero respondió: “No puedo darte tu dinero, porque anoche lo gasté todo en el bar”.
Carlos dijo: “Ok, no te preocupes, entonces tráeme el caballo muerto de todos modos”.
El granjero le preguntó: “¿Y qué piensas hacer con un caballo muerto?”
Carlos dijo: “Lo voy a rifar”.
El granjero le respondió: “¡No puedes rifar un caballo muerto!”
Carlos dijo: “¡Claro que puedo!, sólo mírame y no digas a nadie que está muerto”.
Un mes más tarde, el granjero se reunió con Carlos y le preguntó: “¿Qué pasó con el caballo muerto?”
Carlos le respondió: “Lo rifé, vendí 500 boletos a $50 pesos cada uno, y logré una ganancia de $23,950 pesos”.
El granjero le reparó: “Oye, ¿y nadie se quejó?”
Carlos le dijo: “Sí, sólo la persona que ganó, así que le devolví sus $50 pesos”.
CARLOS CRECIÓ Y AHORA TRABAJA PARA EL GOBIERNO.
vía: Tickld.