La gran mayoría de la gente está acostumbrada a percibir la ‘escuela‘ y la ‘educación‘ como etapas temporales de la vida, en donde un individuo va al colegio determinada cantidad de años y luego se da por terminado ese capítulo para iniciar la etapa laboral, en donde por fin, se podrá hacer dinero gracias a los estudios que hemos tenido. Sin embargo, el reconocimiento de la educación como un proceso vitalicio y permanente debería ser, en teoría, imperante y decisivo, y que aún es algo que se debe promocionar. No significa que toda la vida debamos pasarla dentro de un aula, sino que toda la vida se debe continuar aprendiendo, leyendo, construyendo, criticando y cuestionando.
¿Hace cuánto tiempo leíste un artículo de divulgación científica? ¿Hace cuánto tiempo leíste una novela literaria? ¿Una revista de ciencia? ¿Hace cuánto tiempo fuiste a un museo de arte y leíste toda la descripción de las pinturas u objetos? Existe mucha apatía por los libros, son pesados, son aburridos, son caros, son tediosos. Apatía por los museos, son aburridos, no les entiendo, no sé nada de arte, no sé nada de historia, son caros, están muy lejos. No se necesita rebuscar mucho para entender que la ciencia es aburrida, que las publicaciones son aburridas y que la ciencia es cara, y lo que verdaderamente nos llena es lo fácil, lo barato, lo gratis, lo colorido. ¿Por qué? En parte porque la naturaleza humana es así, el esfuerzo es sustituido por la comodidad y el humano se siente mejor en su zona de confort; y en segunda porque no hemos tenido una formación basada en la ciencia. La gran mayoría de los mexicanos vienen de familias con antecedentes y circunstancias ajenas a la ciencia, o sea, la gran mayoría de los padres son obreros con escasa formación educativa, y es una generación en la que las condiciones socio-económicas y políticas fomentaban la inoperancia de la sociedad en cuestión de conocimiento y promocionaban el sistema neoliberal como incidente formativo de una comunidad destinada al sector obrero, es decir, el México de los 80s, 90s, 00s y 10s. Para ponerlo más sencillo, preguntémosle a cualquier persona que se encuentre en el rango de edad de los 40 a los 70: ¿Qué es la fotosíntesis?, ¿cuál es la raíz cuadrada de 121?, ¿qué dice el artículo 5º de la Constitución Mexicana?, ¿quién promulgó la Constitución?, ¿quién pintó ‘La Tormenta en el Mar de Galilea’? En fin, cosas que, si no son básicas, sí se pueden contestar fácilmente cuando se ha leído, cuando se ha estudiado, cuando se ha “curioseado”. En resumen, hemos desperdiciado una generación entera en el despilfarro de la cultura y la educación, en busca de la comodidad y el entretenimiento temporal.
¿Qué hacer entonces? Lo primordial es entender y aceptar que nuestra misión como especie es estar en la “escuela” toda la vida, y no me refiero a ir al cole diario, sino a estudiar constantemente y sin receso, a saber cosas nuevas siempre, a entender aquello que no entendemos ahorita. Luego vienen los hechos: primero bloquear canales de televisión cuyo contenido consideres que no deja algo productivo/educativo/constructivo para ti y tu familia y promover los que sí lo hacen. Segundo leer mucho y forzarnos a nosotros mismos y a nuestra familia a hacerlo. Todo es cuestión de elegir un tema que te fascine y buscar libros sobre ello. Cuesta mucho pero la recompensa es grandiosa. Y tercero, promover lo que sabes. Recordemos que somos un país de 120 millones de habitantes y que solamente una pequeñísima parte tiene acceso a la información que circula y que vale la pena, entonces dona libros, imprime infografías que te gusten o imágenes que expresen tu punto de vista, visita comunidades pobres y lleva tu conocimiento, visita laboratorios de las universidades y pregunta sobre lo que se hace, platica con estudiantes de maestría, de doctorado, con profesores y verás que hallarás cosas nuevas e interesantes, es decir, dejar la apatía y la flojera y dar paso a la aventura y al cambio. Pero lo más importante es: ser humilde y sensible con el proceso de transmisión de conocimiento, porque primero hay que saber tenerlo y después hay que saber pasarlo.